Antes de exponer el tema “La tétrada oscura de la personalidad” voy a plantear dos dilemas. Podéis elegir la respuesta A o B en cada uno.
I. El dilema del tranvía
Un tranvía en el que han fallado los frenos se dirige contra cinco personas que están trabajando en la vía. Si no se hace nada, dichas personas morirán. El maquinista puede, sin embargo, apretar un botón para cambiar al rail derecho en el que tan solo hay una persona trabajando, matando a esta, pero salvando a las otras cinco personas.
B) No girar a la derecha. Morirán cinco personas.
II. El dilema del hombre gordo
Un tranvía en el que han fallado los frenos se dirige contra cinco personas que están trabajando en la vía. Tú estás observando la escena desde un puente, y en ese momento se detiene a tu lado un hombre gordo. Tú sabes que si lanzas al hombre gordo a la vía, este detendrá el avance del tren y salvará a las cinco personas, aunque a precio de matarlo.
B) Tirar al hombre gordo a la vida, provocando su muerte y salvando a las cinco personas.
Ahora veamos los resultados, aunque lo que voy a decir es muy relativo y no concluyente. Pero nos sirve como introducción ilustrativa del tema.
El que haya respondido la A en ambos dilemas, que sepa que es el resultado normal que se suele dar. O sea que se puede decir que su sentido moral es común y corriente.
El que haya respondido la A a la primera y la B a la segunda, podemos decir que se presenta como una persona muy racional, algo fría y con conciencia instrumental, un poco como serían estas personalidades nocivas. Esto no quiere decir que vaya a ser una de ellas, pero sí que apunta maneras XD. Porque pensar que puede imaginar tener la sangre fría para empujar a un tipo gordo a la vía y quedarse tan pancho aunque salve cinco vidas, da que pensar XD
El que haya contestado B en los dos dilemas, posiblemente prefiere no intervenir entre ambas posibilidades por la responsabilidad moral que supone optar por una u otra. No es lo mismo que mueran cinco personas accidentalmente, que mover una palanca y matar a una a sabiendas, aunque pueda salvar a cinco. Sentiría como si hubiese cometido un crimen. Además, es posible que se plantee: ¿quién soy yo para decidir sobre la vida y la muerte de nadie, para decidir quién debe morir y quién no? Habría otras posibilidades pero me quedo con ésa que es la que se ha planteado en un canal en el que expuse el tema. Quizá sea ésta la solución más moral.
Bien, y después de este ejercicio, paso a comentar algo sobre las personalidades nocivas y tóxicas, epítomes de la maldad humana.
Mi intención es primero presentarlas y exponer algunas de sus características. Luego contar someramente cómo es su modo de actuación depredador y el ciclo enfermo al que someten a las víctimas, para acabar explicando cómo detectarlas y cómo defenderse de ellas.